Empecé a trabajar en Producto sin tener muy claro qué significaba realmente construir algo útil.
Durante mi primer año, una de las ideas que más me costó interiorizar fue por qué muchas veces lo “perfecto” puede ser enemigo de lo útil.
Sé que estos conceptos pueden resultar obvios para muchas personas, pero para mí representaron un cambio de perspectiva completamente nuevo y enriquecedor. Es el mundo de las startups, el desarrollo de software, los productos digitales.
Un clásico de estos temas es The Lean Startup, de Eric Ries. Tanto es así, que recuerdo haber visto recomendaciones del libro incluso antes de empezar a trabajar en Producto, quizás explorando temas relacionados con emprendimiento y negocios. Por eso creí que sería un buen punto de partida para interiorizarme en esta nueva área.
El cambio de perspectiva que me trajo The Lean Startup
Voy a usar la primera parte de este libro para desarrollar la idea central de esta publicación.
La premisa es simple pero poderosa: muchas startups fracasan no porque construyen mal, sino porque construyen algo que nadie quiere. No importa si lo hacés a tiempo, dentro del presupuesto o con la mejor calidad técnica. Si nadie lo necesita, es un desperdicio.
Y esto es lo que puede parecer obvio, pero que para mí no lo era en absoluto. Yo siempre hubiera pensado en desarrollar un producto sin fallas, ideando cada detalle con precisión y no lanzar nada hasta que cumpliera con la calidad o excelencia adecuada. Y si bien esto puede ser necesario para cierto tipo de productos o industrias, en general no lo es para el desarrollo de software.
Cuando se trata de crear un producto digital que resuelve un problema cotidiano o de negocios, lo importante es que nos basemos en quienes realmente utilizarán dicho producto. Por eso, el objetivo de una startup debería ser averiguar qué hay que construir, y hacerlo tan rápido como sea posible.
Trabajar bajo incertidumbre
Ries define una startup como “una institución humana diseñada para crear nuevos productos o servicios bajo condiciones de extrema incertidumbre”.
Ante esta realidad, propone algo que llama aprendizaje validado como la verdadera medida de progreso. En lugar de medir cuántas funcionalidades agregaste o cuánto código escribiste, medís cuánto aprendiste sobre lo que realmente quieren tus usuarios.
Y acá está la complejidad: debemos aprender lo que realmente quieren los clientes, no lo que dicen que quieren ni lo que creemos que deberían querer. La pregunta ya no es “¿podemos construirlo?”, sino “¿deberíamos construirlo?”.
En una startup, tanto quién es el cliente como qué podría considerar valioso ese cliente son aspectos desconocidos.
Si construimos algo y no contribuye a nuestro aprendizaje, es una especie de desperdicio. Bastante simple la idea, nada fácil de llevar a cabo en la práctica.
Las preguntas correctas
Algunas preguntas fundamentales que deberíamos hacernos:
- ¿Qué opiniones de los clientes deberíamos escuchar? ¿Y cuáles deberíamos filtrar?
- ¿Cómo priorizar entre las muchas funciones que podríamos desarrollar?
- ¿Qué funciones son esenciales para el éxito del producto y cuáles son secundarias?
- ¿Qué se puede cambiar sin riesgo y qué podría resultar problemático para los usuarios?
- ¿En qué deberíamos trabajar a continuación?
Una lección difícil
Una de las lecciones más importantes, y probablemente la más difícil de aceptar: si no podés fracasar, no podés aprender.
Estoy en el proceso de incorporar esta nueva forma de pensar productos. Es un cambio de mentalidad profundo: pasar de la búsqueda de la perfección técnica a la validación constante del valor real.
1 comentario en "Lo perfecto es enemigo de Producto: mi primer encuentro con The Lean Startup"