Hoy quiero escribir sobre el sesgo de confirmación y una idea que me viene rondando hace un tiempo.
El sesgo de confirmación es nuestra tendencia a buscar, interpretar y recordar información que reafirma lo que ya creemos.
Daniel Kahneman, psicólogo y Premio Nobel de Economía, lo describe como una de las trampas más comunes del pensamiento humano: filtramos la realidad para que encaje con nuestras ideas previas.
Típicamente hablamos de este sesgo como algo negativo. Y lo es, en muchos casos.
Si solo buscamos ideas afines, no podemos desafiarnos ni salir de nuestro molde. Nos volvemos cerrados, intolerantes, fanáticos.
Así que sí, hay que estar atentos a eso.
Pero también creo que podemos usarlo a nuestro favor.
¿Cuándo? Cuando queremos hacer algo y nos frenan las dudas.
Cuando racionalmente sabemos que algo puede hacernos bien, pero emocionalmente no nos animamos.
Cuando estamos al borde de un cambio y necesitamos impulso.
Por ejemplo, yo con este blog. Tenía mis dudas: ¿vale la pena? ¿a quién le va a importar? ¿me voy a exponer demasiado?
Pero me sirvió buscar razones para hacerlo.
Escribir puede ayudarme a ordenar ideas, compartir lo que aprendo, conectar con otros, expresarme mejor, construir algo propio.
Así que me aferré a esas razones. Me autoconvencí.
Y eso me ayudó a empezar.
Desde luego, no se trata de negar la realidad ni evitar cualquier riesgo.
Pero si creemos que algo puede mejorar nuestra vida, buscar argumentos que nos impulsen puede ser útil y práctico.
Muchas personas dicen que si hubieran sabido lo difícil que era lograr algo, no lo habrían empezado. Pero tampoco se arrepienten. Agradecen no haberlo sabido, porque si no, nunca habrían llegado hasta donde llegaron.
Yo, por ejemplo, no sabía que armar el blog en WordPress me iba a dar tanta paja. Si lo hubiera sabido, capaz lo postergaba (una vez más). Pero por suerte no lo sabía.
Mi propuesta es esta:
Estemos atentos cuando este sesgo puede jugarnos en contra.
Pero también aprendamos a usarlo como empuje, como ese refuerzo interno que a veces necesitamos para pasar del “debería” al “lo hice”.
No para engañarnos de forma ciega.
Sino para elegir, cuando vale la pena, una historia que nos ayude a avanzar.