¿Tiene sentido aplicar metodologías ágiles a la vida?

Cómo evitar optimizar lo equivocado y aprender a pivotear cuando haga falta.

Las metodologías ágiles son formas de organizar el trabajo. Nacieron en el mundo del desarrollo de software, pero hoy se aplican en empresas de todo tipo. La promesa es atractiva: entregar valor de manera más rápida, frecuente y con equipos capaces de adaptarse mejor al cambio.

Ahora bien, ¿tiene sentido adaptar estas metodologías a nuestra vida personal?

Tipos de escenarios

Lo primero que tenemos que considerar es que existen dos principales escenarios en los que se desarrolla el trabajo (o la vida):

  • Escenarios predecibles. Son aquellos en los que conocemos el resultado final. En estos casos puede ser útil organizar el trabajo como línea de producción. Sabemos exactamente lo que cada parte del proceso requiere, la calidad que se necesita y cómo hacerlo. Cada paso es cubierto por alguien con las capacidades idóneas, y todo se ensambla para dar lugar al resultado final. Acá lo que se busca es eficiencia: optimizar cada parte del proceso, corregir cuellos de botella, premiar la velocidad.
  • Escenarios impredecibles. Tenemos un norte, pero no está del todo claro cómo llegar. No podemos anticipar los obstáculos ni planear cada detalle. En este tipo de situaciones, querer optimizar cada paso de antemano no solo es inútil sino que puede ser contraproducente. Para estos escenarios sirven las metodologías ágiles. Porque, a pesar de la palabra “ágil”, no optimizan para la velocidad, sino para la capacidad de giro, de respuesta, de iteración.

En términos de Alan Cyment, consultor experto en agilidad, los escenarios primeros son “soleados” mientras que los segundos son “neblinosos”.

La vida

Dicho todo esto, ¿a qué contexto podría asimilarse más la vida?

Para mí no hay dudas: al segundo, al impredecible.

¿Tendría sentido planificar toda tu vida hoy, bien detallada? ¿O sería mejor ir adaptándose?

Por poner un ejemplo típico, si nuestro objetivo es obtener un título y sabemos exactamente qué queremos lograr, puede ser útil enfocarse en cómo ser más eficientes. Podemos optimizar el tiempo, usar hábitos de productividad y organizar cada paso para alcanzar ese objetivo.

Pero, ¿y si estamos en el camino equivocado? Podemos optimizar todo y aún así llegar al lugar incorrecto. Seguramente ya escuchaste la metáfora de “trepar la escalera equivocada”: esforzarse y avanzar rápido no siempre garantiza que estar yendo hacia lo que uno quiere.

En general, las personal solemos cambiar unas seis veces de carrera en nuestras vidas. No carrera universitaria, no trabajos, sino cambios de carrera laboral, a qué nos dedicamos.

En mi caso, ya llevo tres caminos distintos: Impuestos, Customer Success y Producto.

Por eso, no alcanza con evaluar de vez en cuando si vamos en la dirección correcta. La habilidad de pivotear, de cambiar de rumbo, es esencial. Aprender a ajustar nuestra estrategia y tomar decisiones flexibles es lo que nos permite adaptarnos y avanzar en un mundo incierto. Pero sobre todo, hacia donde queremos ir.

Qué optimizar

Esto no significa que no podamos optimizar procesos. La clave está en distinguir entre lo que realmente vale la pena optimizar y en qué aspectos conviene desarrollar habilidades que nos permitan responder mejor a los cambios.

No se trata de ser capaces de hacerlo todo. Lo esencial es mantener la capacidad de adaptación, especialmente en un mundo tecnológico que avanza rápidamente.

La idea es evitar la productividad tóxica (sé por experiencia lo fácil que es caer ahí) y entender que no necesitamos ser máquinas ni seguir montones de reglas ni tener un sistema perfecto. Se trata de un enfoque flexible y realista para la vida:

  • Aprender a experimentar en vez de esperar certezas.
  • Revisar y ajustar rumbo de forma frecuente.
  • Aceptar que equivocarse no es un error, sino información para mejorar.
  • Recordar que lo importante no es la velocidad, sino ir en la dirección correcta.

Conclusión

Estoy convencido de que vale la pena explorar la agilidad en la vida. No como una receta mágica, sino como un marco flexible que nos ayude a transitar la neblina.

No solo no podemos controlar el futuro sino que podemos descubrir nuevos caminos. Por lo tanto, es imprescindible nuestra capacidad de adaptación.

En mi experiencia, la vida se ha sentido más como un contexto neblinoso que soleado, donde aprendo tanto del mundo como de mí mismo.

Mi idea es ir adaptando lo que sirva de estas metodologías y sumarle todo lo que considere útil, construyendo un camino más consciente, flexible y auténtico.