En mis dos publicaciones anteriores sobre The Lean Startup, hablé del cambio de mentalidad que necesité para entender que lo perfecto puede ser enemigo de lo útil, y después sobre el famoso ciclo construir-medir-aprender que me enseñaron desde el principio en Producto pero que aún me cuesta aplicar.
Ahora quiero cerrar esta serie con algo que Eric Ries desarrolla en la parte final del libro: cómo acelerar sin perder el rumbo. Porque una vez que entendés los conceptos básicos, el desafío real es ejecutarlos de manera sostenible.
Trabajar en pequeños lotes
Esto es algo que estamos intentando poner en práctica en nuestro equipo, y debo decir que los resultados han sido prometedores.
En lugar de trabajar en departamentos separados donde cada uno hace “su parte” del producto, los ingenieros y diseñadores trabajan juntos, lado a lado, en una funcionalidad a la vez. Suena obvio, pero no es tan fácil de implementar.
Los beneficios que hemos notado:
- Detectamos riesgos de forma temprana, lo cual ahorra definiciones innecesarias.
- Estamos más en sintonía respecto de lo que debemos construir, sin necesidad de especificaciones tan extensas.
- Tenemos un mayor entendimiento conjunto de la solución, lo que nos ahorra tiempo de no tener que retomar temas “viejos”.
La idea es que tan pronto como formules una hipótesis que quieras probar, el equipo pueda construir y ejecutar ese experimento lo más rápido posible, usando el lote más pequeño que cumpla el objetivo.
El equilibrio más difícil: velocidad y calidad
Uno de los pilares más importantes del movimiento lean es que no se puede intercambiar calidad por velocidad. Si hoy estás generando o ignorando problemas de calidad, los defectos resultantes te ralentizarán mañana.
Esto me genera una tensión constante. Por un lado, la lógica del aprendizaje validado y del MVP nos dice que debemos poner el producto en manos del cliente lo antes posible. Por otro lado, atajos en la calidad del producto, diseño o infraestructura hoy pueden ralentizarnos mañana.
Este es, probablemente, el equilibrio más difícil de alcanzar. Y es donde más necesito seguir aprendiendo.
Hace poco tuvimos que hacer un giro (pivotear) en un proyecto y necesitábamos diseñar algo que fuera rápido de implementar, pero que también aportara valor al usuario. Eso nos obligó a debatir bastante y encontrar la mejor forma de equilibrar ambas cosas.
Crecimiento sostenible
El crecimiento sostenible se caracteriza por una regla simple: los nuevos clientes provienen de las acciones de los clientes anteriores.
Ries identifica cuatro maneras principales en que esto sucede:
- Como efecto secundario del uso del producto.
- A través de publicidad financiada por los ingresos de clientes existentes.
- Por recomendación boca a boca.
- Mediante compras o usos repetidos.
Esto se traduce en tres motores de crecimiento: el pegajoso (sticky), el viral y el de pago. Cada producto suele funcionar mejor con uno de estos motores, y es importante identificar cuál es el tuyo para enfocar los esfuerzos correctamente.
Innovar de manera controlada
Una de las ideas que más me llamó la atención fue el concepto del “sandbox” para innovación. Es un mecanismo para empoderar a los equipos de innovación de manera controlada:
- Cualquier equipo puede crear experimentos A/B que afecten solo partes específicas del producto.
- Un solo equipo debe llevar a cabo todo el experimento de punta a punta.
- Los experimentos tienen límites de tiempo (normalmente unas semanas) y alcance (cierto porcentaje de clientes).
- Todo se evalúa con métricas accionables estándar.
- El equipo debe monitorear constantemente y cancelar si algo sale mal.
Me parece una forma inteligente de balancear la necesidad de innovar con el control de riesgos.
La lección final
Como dijo Peter Drucker: “No hay nada más inútil que hacer con gran eficiencia lo que no debería hacerse en absoluto.”
Frente a los fracasos y contratiempos, debemos responder con honestidad y aprendizaje, no con culpas o reproches.
Después de esta inmersión en el libro, me quedo con la sensación de que los conceptos son relativamente simples de entender, pero tremendamente difíciles de ejecutar bien. Requieren un cambio de mentalidad profundo y, sobre todo, la humildad e incomodidad de aceptar que no tenemos todas las respuestas.
Seguir aprendiendo, iterando y mejorando. Al final, eso es lo que hace la diferencia y está bueno como filosofía de vida.